jueves, 4 de marzo de 2010

Y ¿Por qué no diez mil?


Según una noticia aparecida en los medios periodísticos el 29 del mes de enero del presente año, el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez ha expresado su voluntad de convertirse en el primer país latinoamericano que contribuya a la ISAC (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad de Afganistán).


La idea es que Colombia participe con una compañía de unos cien militares para reforzar el destacamento español desplegado en Qal-i-Naw, capital de la provincia de Badhis, al noroeste del país. Para España, la llegada de las tropas colombianas, prevista para la próxima primavera, supondrá una ayuda invalorable pues le permitirá completar un batallón de acción rápida, con el cual podrá hacer frente a los incidentes cada vez más frecuentes en un territorio con cuatrocientos mil habitantes y una extensión similar a la de Galicia, cuya seguridad depende hasta ahora de solo doscientos soldados españoles.Al leer esta información no pude menos que pensar en lo coyuntural que sería en este momento para nuestro país colaborar, con el envío de tropas especiales, en la pacificación de otras regiones del mundo.




Hace algunos años, en el 2004 para ser más exacta, vislumbré ya la serie de dificultades que acarrearía el complicado proceso de reinserción de los paramilitares a la vida civil. Hoy, nadie me quita de la cabeza que la proliferación de la delincuencia que acosa a varias de nuestras capitales puede estar generada precisamente en la reinserción (a medias) de muchos paramilitares y ex guerrilleros.



El proceso de reinserción de combatientes a la vida civil nunca ha sido sencillo. España debió también afrontar esa compleja circunstancia al terminar su larga lucha de más de seiscientos años contra los moros. Cuando en 1492 estos fueron por fin vencidos, se terminó también con la forma de vida de cientos de soldados y mercenarios que difícilmente podían adaptarse a la bucólica y provinciana existencia de las ciudades castellanas.El retorno a la vida civil de estas huestes, enseñadas solo a guerrear, se tornó en un problema casi tan grave como la misma ocupación de los moros. Pero providencialmente apareció América, y entonces estas hordas guerreras, sedientas de aventura tuvieron una razón de ser: la conquista de las tierras americanas.Desde hace unos años nos hemos enfrentado en Colombia a un drama parecido.



Los desmovilizados no encuentran acomodo en la vida civil. Lo suyo es la guerra. Muchos vuelven a delinquir individualmente y otros organizan eficientes bandas delincuenciales que azotan a las ciudades. Un verdadero dolor de cabeza para las autoridades. Pero claro, al contrario de lo que ocurrió en España, aquí no tenemos tierras para conquistar.Siempre me pareció, no obstante, que con un poco de inteligencia y sentido común podíamos (al menos en parte) resolver el problema. Y entonces me pregunté: ¿Por qué no ponemos a hacer a los paramilitares y ex guerrilleros lo que realmente saben hacer? ¿Por qué no incorporamos estos guerreros expertos en la guerra de guerrillas al Ejército Nacional? ¿Por qué desperdiciar en ellos sueldos y subsidios si pueden ganárselos legítima y patrióticamente luchando en la selva al lado de los militares colombianos por la paz de Colombia?Como es de todos conocido, esta idea no fue considerada. Las consecuencias están a la vista.



Hoy, sin embargo, surge esta nueva y coyuntural posibilidad de colaborar con la OTAN y con otros cuerpos de paz del planeta. Colaboración que, no me cabe la menor duda, sería muy bien recibida por estas organizaciones mundiales. Qué oportuno, pues, que Colombia tomara la decisión de enviar ejércitos de reinsertados a refrescar las agotadas tropas de otros conflictos en el mundo. La innegable experiencia de combate acuñada por estos combatientes en zonas inhóspitas a lo largo de tantos años los torna en guerreros audaces y diestros para enfrentar con pericia y arrojo conflictos complejos como los de Afganistán, Irak, Somalia, Sudán…Con dos mil quinientos muertos en lo que va del año, la guerra de Afganistán sobrepasa ya a la de Irak en el ranking de preocupaciones del Pentágono. El presidente Barack Obama ha anunciado su propósito de incrementar allí las tropas norteamericanas y de pedir a los aliados europeos que hagan otro tanto. No les vendría nada mal recibir de nuestro país un refuerzo significativo de tropas experimentadas.



No digo yo cien, ¡cinco mil, diez mil o más tropas! debería enviar el Gobierno Nacional para reforzar los ejércitos de la OTAN y de la ONU. Nos convertiríamos así en una especie de Legión Extranjera que lucharía junto a los cascos azules por preservar, defender y rescatar la paz en el mundo.Vale la pena reflexionar también que en una eventual capitulación de la guerrilla o en un hipotético tratado de paz con este grupo armado y la consiguiente reinserción de sus huestes a la vida civil, la delincuencia que hoy impera en nuestras ciudades se incrementaría sustancialmente.No es éste, por tanto, un problema fácil de resolver. Su solución exige ideas originales y una mente abierta No faltará quién invoque los derechos humanos y arguya una serie de silogismos y diatribas en contra de la propuesta sugerida en esta columna.



Pero, ¿ por qué asustarnos? Nuestras fuerzas para la paz podrían hacerle un gran favor al mundo y competir muy bien con el gusto de los países desarrollados por nuestro nefasto pero muy bien cotizado y consumido producto de exportación ilegal: la droga. Después de todo, creo que nuestra historia es un testimonio fehaciente de que lo que mejor sabemos hacer en nuestro sufrido país es guerrear.



Leonor Fernández Rivaalmaleonor@gmail.com

domingo, 24 de enero de 2010

Ataque a la Base Militar de Las Delicias


Así es la guerra en Colombia.

Testimonio de dos pilotos de combate

Por coronel Luis Alberto Villamarin Pulido el 22 de Enero 2010 9:06 PM




A finales de 1996, 415 terroristas del Bloque Sur de las Farc, asaltaron la base militar de Las Delicias enclavada en medio de la selva amazónica colombiana. Tras 17 horas de fiera resistencia los asaltantes coparon la desprotegida guarnición militar, secuestraron a sesenta militares, asesinaron otros 28 y dejaron más de 20 heridos.

El siguiente es el testimonio del coronel de la Fuerza Aérea Colombiana Iván González, quien en compañía del entonces capitán Ricardo Torres, pilotearon el primer helicóptero de combate que llegó al fatídico lugar:


Eran las cuatro y media de la tarde del 31 de agosto de 1996 cuando despegamos abordo del helicóptero FAC 4122, Black Hawk, del Batallón Joaquín Paris con rumbo al remoto caserío de Las Delicias en el departamento del Caquetá, con el fin de evacuar algunos soldados heridos, tras un arrasador ataque de las Farc. Sobrevolamos durante dos horas y media 450 kilómetros de selva espesa, infinita y profunda.


A la mitad del camino, nuestra cabina, que hasta este momento vivió un ambiente fraternal y tranquilo, se fue quedando en silencio y se llenó de inquietantes secretos. La entrada de la noche trajo consigo un paisaje siniestro, gris y oscuro, como preludio de acontecimientos fatídicos. Debajo, la selva cada vez era más espesa, más primitiva y más espeluznante.

-Ejército, Ejército, de rotor...-, -Ejército, Ejército, Ejército de rotor...-, A la espera de su respuesta, imaginaba aquellos hombres tratando de sintonizar el radio al escuchar el sonido de nuestro helicóptero,

-Ejército, Ejército, Ejército de rotor...-, llamamos repetidas veces. La única respuesta fue el sonido seco de la estática de nuestro radio. El sistema de navegación marcó las coordenadas del poblado justo debajo de nosotros, pero no lo veíamos. Hicimos varios giros, hasta que éste surgió bajo una bruma densa, "¡parece que es ahí!", expresó el capitán", giré la cabeza y vi un caserío abandonado y destruido por la barbarie. Casas destruidas, cuerdas y postes formaban desordenadas telarañas y las pequeñas embarcaciones hundidas a la orilla del río. Buscábamos a un soldado, un infante de marina, un campesino, una señal de humo, algo o alguien, pero nada apareció. Pensamos seguir hacia la base aérea de Tres Esquinas, ubicada en el Caquetá a unos a 70 kilómetros de distancia, pero no teníamos combustible suficiente para recorrer los 70 kilómetros.

Era imperioso aterrizar en aquel pueblo fantasma donde había el riesgo que los terroristas nos esperaban. Imaginé la emboscada preparada y nosotros listos para pelear evadiendo cilindros y repeliendo el fuego de las ametralladoras enemigas. Nuestra situación era crítica, en ese instante todas las posibilidades pasaron por la mente, desde la idea de arborizar lejos de allí, hasta caer sobre algún cultivo de coca, o entrar en combate frontal. Todas las alternativas eran peligrosas, pero nuestro deber era aterrizar. Debíamos pelear contra el miedo y el enemigo para rescatar a nuestros héroes heridos.

Descendimos a poca altura. Identificamos lo que parecieran ser personas acostadas en el suelo y algo que parecían bultos en movimiento. Pensé en una emboscada del enemigo, pero era raro que estos no se ocultaran. Lo que se movía eran animales caminando entre ellos. El piloto de la aeronave tomó las precauciones necesarias y ordenó a los técnicos de vuelo alistar las ametralladoras. Ordenó máxima disposición de combate, ajustar los protectores y desasegurar el armamento. Los pilotos con las manos sobre los controles, los artilleros, con sus escudos blindados sostenían las armas y tenían el dedo sobre el disparador... Todos, con los ojos puestos sobre lo que se moviera en el horizonte.


Descendimos alertas y callados con la adrenalina que calcinaba el miedo, el sudor que corría por las mejillas y los corazones que palpitaban con celeridad. Las ráfagas de los rotores que agitaban las ramas de los árboles, levantaban nubes de polvo y hojas, en diabólicos remolinos. El peligro era latente pero seguíamos vivos, ni un disparo, ni explosiones de bombas, ni gritos, ni nada. En vuelo lento, casi a ras del suelo, el helicóptero se deslizaba, cual ángel de la noche explorando entre los escombros y las ruinas de una antigua civilización extinta. Con las lámparas alumbrábamos los rincones, las garitas destruidas y el puesto de mando incinerado.

Al bajar, la pegajosa humedad entró por las puertas abiertas con penetrante y fétido olor. Nos invadió la desolación y el espectro de la muerte con el vaho de los cadáveres que convertían el aire en nauseabundo gas irrespirable. En el espacio abierto para los deportes, yacían los cuerpos (17) de las víctimas de un cruento final, incinerados (5) junto a las trincheras, 8 caídos dentro de las ruinas y 5 ahogados en la orilla del río. El fuerte viento estremecía a aquellos heroicos patriotas inmolados pero no vencidos, inermes como piedras, cubiertos de harapos y equipo militar destruido. Algunos, con los ojos abiertos en sus pálidos rostros, mostraban su último gesto de dolor y valor. Veíamos como los cuerpos eran empujados por el inevitable viento de la máquina, al mismo tiempo que se empeñaban en detectar cualquier señal del enemigo. De repente, notamos destellos de luz titilando bajo los escombros y ligeros movimientos. Detuvimos el vuelo de inmediato pensando en un ataque frontal. Los artilleros giraron las ametralladoras. Quietud, máxima alerta y tensión con los nervios a punto de reventar. Solo el rugir de la máquina, el golpeteo de las aspas del rotor pero ningún ruido de armas.


Como sombras surgiendo de tumbas, comenzaron a aproximarse siluetas que arrastraban los pies y levantaban los brazos con actitud de suplicantes zombis. Caminaban e imploraban ayuda. Cuando la fuerte luz del reflector del helicóptero los cubrió, vimos sus fantasmales figuras. De repente, encontramos lo que habíamos venido a buscar desde el lejano Guaviare, de donde partimos ese día a muchas millas de distancia de jungla al oriente del país, sin saber lo que nos esperaba. Eran los sobrevivientes del exterminio de la Base Militar de Las Delicias, sobre el río Caquetá, así parecieran seres del otro mundo. Solo el brillo de sus ojos lo negaba, el resto era igual: lodo, sangre, sudor y lágrimas.


Aterrizamos casi a las siete de la noche entre las ruinas de la Base Militar de Las Delicias. Caminé hacia los sobrevivientes y me sorprendió un teniente médico de la Armada acompañado de un enfermero y 22 heridos. Había llegado antes que nosotros subiendo por el río Caquetá desde la Base Naval destacada en la frontera con el Perú. Algunos, en estado grave, tenían no menos de 4 y 5 impactos de bala en distintas partes del cuerpo; otros intentaban caminar aunque no lo conseguían. Debíamos abordar pronto, pues a lo mejor, el enemigo acechaba cerca. Unos acostados y otros sentados, pero al final no cabían todos en el helicóptero. Prioridad, los más graves Ningún soldado deseaba quedarse a la espera de otro vuelo y confundían al oficial con sus gritos de dolor, pero era inevitable así fuese doloroso. Dejamos los menos afectados para después. El capitán había abastecido el helicóptero con los últimos 50 galones del combustible de la reserva. Arrancamos motores y despegamos mientras yo miraba por la ventanilla a los que se quedaban.


En sus ojos se veía el temor y la angustia de soportar por más tiempo el dolor y el miedo de estar en el sitio. Volamos hacia la base de Tres Esquinas. Abordo había una fetidez nauseabunda que emanaba de las heridas descompuestas, la sangre y el sudor de los cuerpos, mezclados con el olor a humo de combate. Creí que habitaba en el infierno: Calor, gritos, llantos y el abrazo negro de la noche en el infinito espacio selvático. Al instante perdimos de vista la diferencia entre el cielo y la tierra. Era el panorama de un mundo sin horizontes. Treinta minutos después.


-"Torre de control Tres Esquinas, Tres Esquinas, Tres Esquinas; helicóptero FAC 4122... FAC 4122... Siga FAC 4122, este es Tres Esquinas", contestaron.


Informé la hora de llegada y el número de heridos a bordo. Encontramos el punto de aterrizaje en la oscuridad, señalizado con los precarios medios de iluminación disponible en esa base aérea enclavada en medio de la selva. Pronto, aparecieron las alarmantes luces de las ambulancias. Los lamentos de los heridos se mezclaron con las órdenes de los médicos y las enfermeras. Pero, aquel no era el fin de ese dramático rescate. Faltaba trasladarlos a un centro médico con mejores servicios. Transcurrieron 20 minutos cuando, en la negra y profunda bóveda celeste, se escuchó el distintivo rugir de un avión Hércules. No entendíamos cómo podría aterrizar. Estaba sobre nosotros y traía la esperanza de salvación. De repente, la brillante luz de una bengala abrió un gran hueco en lo alto e iluminó todo el campo. El avión apareció en el centro del resplandor, suspendido en el aire, cual musculoso y alado dios griego que acude a proteger a sus jóvenes guerreros. Su silueta giró contrastando con el oscuro fondo del espacio y se posó en tierra mostrando el brillo de sus hélices que reflejaban la intensa luz de la bengala.


Al tocar tierra, el avión celebró su llegada con el chillido de las ruedas que despedían el humo del caucho quemado por el pavimento, y, el tronar de sus motores puestos en la máxima potencia de los reversibles para contener la veloz mole salvadora. Todos nos unimos a la celebración, con gritos de espontáneo júbilo. Lo habían logrado y los heridos se salvarían, a la media noche llegarían al Hospital Militar de Bogotá. Exhaustos respiramos satisfechos por la misión cumplida en aquel fatídico día.

Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Analista de asuntos estratégicos
http://www.luisvillamarin.com/
publicado en:
El Tiempo,
Opinión

Luis Alberto Villamarín Pulido, coronel del Ejercito colombiano en uso de buen retiro, miembro de la Academia de Historia del Huila, de la Academia Colombiana de Historia Militar, y de la Sociedad Bolivariana de Historia; analista de asuntos estrategicos, especialista en Defensa Nacional, contraterrorismo y operaciones de guerra sicológica. Autor de 16 obras relacionadas con el conflicto colombiano, la historia del pais y el terrorismo internacional, columnista de de diversos medios de circulación internacional. Ver www.luisvillamarin.co.nr
Descripción
Los escritos presentados a consideracion de los lectores, pretenden demostrar las razones por las cuales el conflicto colombiano se ha tornado cronico y la incidencia del narcotrafico en la guerra que asedia a Colombia, pero a la vez propone soluciones academicas en los campos estratégico, militar, social, político y económico, en aras de resolver el complejo entorno de guerra y paz del prolongado enfrentamiento armado.

domingo, 10 de enero de 2010

El oculto propósito de "Colombianos por la paz"

Visita mis otros blogs:
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Porque el análisis que realiza el coronel Luis Alberto Villamarín Pulido, de las diferentes situaciones que se presentan en el conflicto armado que desde hace tantos años desangra a Colombia, concuerda exactamente con el pensamiento de la autora de este blog me permito reproducir aquí sus muy acertados comentarios.




El propósito de "Colombianos por la paz es lograr estatus de beligerancia para las FARC

Por coronel Luis Alberto Villamarin Pulido el 10 de Enero 2010 4:42 PM

La manipulación de las Farc para liberar al cabo Moncayo tiene una explicación precisa y hace parte del plan B orquestado para finales de diciembre pasado. El plan A para dejar en libertad al suboficial, se realizaría con la complicidad de los gobiernos de Brasil y Argentina, así como la calculada intervención de Monseñor Castrillón en Roma, más la simultánea publicación en Suecia del video de los "campesinos farianos".La trama era perfecta y coincidía con el fin de año, cuando el espíritu navideño relaja un poco las actitudes políticas e induce a conciliar.
Algo similar a la pantomima de la fallida liberación del niño Emmanuel hace un par de años. Mediante esta jugada, las Farc pretendían utilizar el secuestro del gobernador del Caquetá como el medio de presión, para que Europa por intermediación del Vaticano les quitara el rótulo de terroristas, y así Lula, Chávez y el resto del "combo fariano" les concederían estatus de beligerancia, embajadas en sus países y total reconocimiento político.
En forma premeditada, días antes se reunió en Caracas el Movimiento Continental Bolivariano de las Farc, cuyos cabecillas expresaron abierta simpatía por el brazo armado del Partido Comunista Colombiano, con la venia de los gobernantes de los países comprometidos en una asociación para delinquir, que por enésima vez guardaron silencio frente a esta realidad geopolítica y estratégica que atenta contra la integridad institucional colombiana.
Desde luego, Chávez continuó con la amenaza de guerra y la farsa de vender la idea que la víctima es Venezuela, para justificar cualquier agresión posterior surgida de su gobierno, ya que no le funcionó la provocación de guerra contra Colombia, con la destrucción de tres puentes ubicados en pasos fronterizos. Por esa razón, cuando dijo que las liberaciones demorarían mas de lo previsto, Piedad Córdoba no solo se integró a la reiterada manipulación y al premeditado plan fariano, sino que desautorizó a Monseñor Córdoba, quien por iluso se convirtió en ficha del plan A de las Farc y sus camaradas, cayó en la trampa y puso en entredicho tanto su credibilidad, como su seriedad, no ajena al consuetudinario deseo de figuración de sus antecesores en asuntos de mediación, para tomar algún contacto con el grupo terrorista. Pero a los conjurados les falló el plan A. El gobernador del Caquetá fue degollado. El mundo entero se les vino encima a las Farc. Sus socios de Venezuela, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay, no los cuestionaron en público, pero se quedaron sin aire. El canciller brasileño Amorín que hacía parte de la conjura y coordinaba la filigrana internacional de apoyo a las Farc tanto con Olivo Saldaña en Brasilia como con sus embajadores en Europa, se vio obligado a retirar a un emisario de Bogotá y a guardar silencio discreto.
De inmediato, las Farc y sus socios activaron el Plan B. El partido Comunista Argentino, con el aval del gobierno de Cristina Kirchner, publicó en Buenos Aires la película filmada en Venezuela cerca a uno de los campamentos de Iván Márquez, la que también pretenden presentar en Suecia. Pero, una vez mas les falló lo planeado, porque la Cancillería colombiana puso el grito en el cielo e instó por primera vez a los embajadores, a que actúen en consecuencia y eviten la audaz propaganda terrorista. Entonces, Alfonso Cano sacó a relucir sus cartas. Puso al descubierto que los nexos de los comunistas argentinos con las Farc están en pie, y dejó traslucir, que a diferencia de la apatía del cuerpo diplomático colombiano acreditado en Estocolmo, los terroristas de civil que circulan por Europa ya contactaron al gobierno sueco, muy sensible por cierto a los temas humanitarios; los convencieron que son simples campesinos y no narcoterroristas, razón por la cual este país sería el mediador ideal para liberar a Moncayo.
Dicha mediación generaría la "sorpresiva" reacción favorable a las Farc por parte de los gobiernos del socialismo del siglo XXI en el hemisferio, para forzar la falsa negociación de paz, a partir del canje humanitario y el estatus de beligerancia de las Farc. Esa negociación de paz sería falsa, pues el dogmatismo marxista-leninista, indica que para las Farc y sus socios del Foro de Sao Paulo, solo habrá paz en Colombia cuando los terroristas tengan el poder político en Colombia y hayan impuesto una dictadura comunista afín a Chávez, Morales, Lula etc. Por lo tanto, "Colombianos por la paz" grupo del que hacen parte varios miembros del Partido Comunista Clandestino de las Farc, amparados en las bondades de la democracia que pretenden degollar como hicieron con el gobernador del Caquetá; solo busca la legitimación política de las Farc no la liberación de los secuestrados.
Este grupo del que también hacen parte varios idiotas útiles de las Farc, que ansiosos por sacar a Uribe e impedir su reelección, obran como marionetas de los terroristas; actúa en consonancia con el Foro de Sao Paulo, el Movimiento Continental Bolivariano, los proyectos del Plan Renacer de las Farc y los "coincidentes planteamientos" de los camaradas del semanario Voz, órgano de difusión oficial del Partido Comunista Colombiano. En ese orden de ideas, la militancia de Alán Jara en Colombianos por la Paz no es gratuita. El, Sigifredo López, Luis Eladio Pérez y Gechem fueron liberados con instrucciones precisas de hacer campaña para el Congreso, conseguir la curul y presionar desde allí el acuerdo humanitario, para lograr el siguiente paso del estatus de beligerancia fariana. No hay lugar para ser tan ingenuos al pensar que un grupo terrorista que masacra sin compasión a once magistrados y luego miente con total cinismo, que secuestra y degüella a un gobernador, que juega con el dolor de la madre del mayor Guevara, que envenena acueductos municipales, que lanza cilindros contra una capilla llena de feligreses en Bojayá, que incendia automotores con ocupantes adentro, que masacra a 33 campesinos en La Gabarra, que fusila a sus compinches, que trafica coca y que ha mentido tantas veces, hubiera liberado a los dirigentes políticos enunciados, sin haberlos comprometido a nada.
Además, sería muy ingenuo creer que esas liberaciones fueron de buena fe, cuando han manipulado tanto con la liberación del cabo Moncayo y los demás secuestrados. Un indicio de esta realidad, es que recién liberado Eladio Pérez hablaba incansable que tenía la fórmula secreta para el intercambio humanitario con participación de varios gobiernos, pero pocos días después de su liberación murió Raúl Reyes y en los computadores que le incautaron, quedó demostrado que el audaz plan de paz de Pérez, no era más que la imposición a este mensajero casual, de lo acordado por Chávez e Iván Márquez en el Palacio de Miraflores.
En síntesis, La propuesta de poner a Suecia como mediador obedece a buscar que la Unión Europea con participación incluida del Vaticano, retire el rótulo de terroristas a las Farc, mientras "Colombianos por la paz", sigue inmerso en el objetivo para el cual lo crearon los comisarios políticos de las Farc, es decir, buscar el estatus de beligerancia para los terroristas. Esto explica las declaraciones de Iván Cepeda cuando dice que con el degüello del Gobernador del Caquetá, las Farc no son terroristas sino que cometieron un crimen de guerra, es decir que desde esa óptica son un ejército. Tal posición coincide con los expuesto por los terroristas reunidos en Caracas con el nombre de Movimiento Continental Bolivariano, el silencio cómplice de los mandatarios de Unasur vinculados al socialismo del siglo XXI, la continua amenaza de Chávez contra Colombia, y el desespero de las Farc por conseguir estatus político, antes que los aviones Super-tucano terminen de eliminar a sus cabecillas. De remate, ya las Farc no actúan solas. Su operatividad va en consonancia con un impulso internacional, del cual hacen parte los miembros del Foro de Sao Paulo y todos los comunistas latinoamericanos, pero por desgracia, los afectados tanto en Colombia como en Estados Unidos no lo quieren ver así.
Coronel Luis Alberto Villamarín PulidoAnalista de asuntos estratégicoshttp://www.luisvillamarin.com/
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Luis Alberto Villamarín Pulido, http://www.luisvillamarin.co.nr/, es coronel retirado del Ejército colombiano, miembro de la Academia de Historia del Huila, de la Academia Colombiana de Historia Militar, y de la Sociedad Bolivariana de Historia; analista de asuntos est ratégicos, especialista en Defensa Nacional, contraterrorismo y operaciones de guerra sicológica. Autor de 15 obras relacionadas con el conflicto colombiano, la historia del país y el terrorismo internacional, columnista de de diversos medios de circulación internacional.Los escritos presentados a consideración de los lectores, pretenden demostrar las razones por las cuales el conflicto colombiano se ha tornado crónico y la incidencia del narcotráfico en la guerra que asedia a Colombia, pero a la vez propone soluciones académicas en los campos estratégico, militar, social, político y económico, en aras de resolver el complejo entorno de guerra y paz del prolongado enfrentamiento armado.
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